Estaba pensando que si me ofrecieran un billete a la luna tal vez pesaría la tentación de rechazarlo. No por miedo a la ingravidez, o a los fuegos fatuos de un microsegundo en el desastre. Ni siquiera por alejarme del horizonte imantado por el dolor.
Me negaría esa victoria por temor a olvidar la verdad que emite el mundo tal y como nos ha tocado. Me aterra la posibilidad de aburrirme con lo prosaico; de no volver a disfrutar de las cigüeñas reunidas bajo el heno, esperando el primer día de agosto; de darme la paz necesaria para rebuscar una idea entre las páginas, por el mero hecho de poder hacerlo; de ser yo quien sueñe con el vuelo, alzando la cabeza.
Creo prefiero dejar la grandeza para otros sueños. Que quede algo por hacer.
Creo que prefiero despertar con los sonidos que emite la madera en una cabaña de verano.