Origen, por Dan Brown

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Soy con­sciente de lo con­trapro­du­cente que es comen­zar escri­bi­en­do reseñas con una nov­ela de Dan Brown, pero todos pecamos de ten­er un plac­er pro­hibido, has­ta en la lit­er­atu­ra. Este es el mío; o lo era. Y digo era, porque has­ta el peca­do tiene un límite. Comien­zo por el principio.

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      Has­ta aho­ra, el bueno de Dan se lim­ita­ba a repe­tir una con­s­abi­da fór­mu­la, sus­ten­ta­da por tre­tas com­er­ciales que de sec­re­tas tienen poco. Nos encon­trábamos con el pro­fe­sor Lang­don frente a una serie de enig­mas que desem­bo­ca­ban en una suerte de des­cubrim­ien­to metafísi­co, ya sea reli­gioso, cien­tí­fi­co, o ambos; siem­pre con un tono críti­co hacia la pos­tu­ra dog­máti­ca reli­giosa, cosa que para bien o para mal da que hablar —que al fin y al cabo es lo que a él le interesa.

      Como escritor, nun­ca ha ocul­ta­do su apego hacia el ben­efi­cio económi­co, cosa total­mente respetable, si no fuera porque su obra ha ido den­i­gran­do en un atra­co a mano arma­da hacia imbé­ciles —me incluyo— con­scientes o no, que acu­d­en el primer día a la libr­ería más cer­cana para finan­cia­r­le su sigu­iente chiste. Pero no; aho­ra sí que no. Si ya se podía percibir un ago­tamien­to de ideas en sus últi­mas nov­e­las, en Ori­gen es un hecho más que pal­pa­ble, y él lo sabe. Y le da igual.
      Siem­pre me ha resul­ta­do lla­ma­ti­vo que el nom­bre del autor se muestre el doble de grande que el títu­lo de la nov­ela, y es algo que dice mucho acer­ca de aque­l­lo que vas a leer; pero hoy en día es una prác­ti­ca tan común y exten­di­da que es raro encon­trar un libro en el que el val­or de su nom­bre sea may­or que el ego de su precio.

      Pero a lo que íbamos. Ori­gen es una nov­ela que engan­cha des­de el prin­ci­pio por varias razones: de nue­vo pre­sen­ta el des­cubrim­ien­to de un insond­able secre­to, que nadie en la galax­ia se imag­in­a­ba y que, para ser desve­la­do y que tú puedas con­cil­iar el sueño, pre­cisa que te tragues las desven­turas semi­óti­cas del pro­fe­sor Lay­ton —digo… Lang­don—. Eso no es tan malo cuan­do el inge­nio acom­paña a los retos que pro­pone la his­to­ria, pero como decía antes, a Dan se le han acaba­do las ideas.

      Ori­gen es bási­ca­mente un cal­co de Infer­no, pero en mal —o en peor. Cada frase, de cada pár­rafo, de cada capí­tu­lo, es puro glu­tam­a­to mono­sódi­co ver­bal: mucho sabor arti­fi­cial poten­ci­a­do, y poca chicha. La for­ma de finalizar cada capí­tu­lo con un cliffhang­er es descara­da y has­ta irriso­ria; no deja de sobrevolar la sen­sación de que cree que sus lec­tores son idio­tas. De hecho, más que un cliffhang­er que aumente tu curiosi­dad y te con­vier­ta en un «yon­ki» inca­paz de dejar de leer, uti­liza la téc­ni­ca del click­bait para que piques y con­tinúes pasan­do pági­nas, has­ta que expuls­es bilis de puro amar­il­lis­mo nar­ra­ti­vo: «El pro­fe­sor recogió la car­ta y no podrás creer lo que pasó». Tal cual. Más de una vez me sor­prendió no encon­trarme con un avi­so que rezara: «Intro­duz­ca media hora más de su vida para seguir leyen­do». Pero eres gilipol­las —perdón por la ira— y sigues leyendo.

      No era ningún secre­to que el esti­lo y for­ma del Sr. Brown se ase­me­ja­ba más al guión de un block­buster de Hol­ly­wood que a una nov­ela con una nar­ración flu­i­da, pero en Ori­gen se puede entr­ev­er la inten­ción de ahor­rar la tran­scrip­ción del libre­to a la pro­duc­to­ra. Aun con todo ello, si has leí­do sus ante­ri­ores nov­e­las y las has final­iza­do creyén­dote un «cul­ture­ta», esto no te va a supon­er ningún agravio. Todo mas­ca­di­to. Lo cual no tiene por qué ser malo si el con­jun­to está a la altura. Pero no lo está.

      «Ami­go rico que real­iza un des­cubrim­ien­to sin parangón que cam­biará el cur­so de la humanidad. Tras su asesina­to a manos de una orga­ni­zación maligna, habrá que perseguir el secre­to around the world». En Infer­no, aunque con estruc­turas e ideas ya repeti­das, y con sín­tomas de ago­tamien­to, has­ta fun­ciona­ba. Y man­tenía un niv­el. En Ori­gen, huele. Ya no sólo porque el secre­to de turno sea un coitus inter­rup­tus, sino porque la his­to­ria no despier­ta abso­lu­ta­mente ningu­na emo­ción. El pro­fe­sor Lang­don —que ha sido siem­pre el prin­ci­pal atrac­ti­vo de la saga—, pasa por la tra­ma sin pena ni glo­ria. No sólo es total­mente pre­scindible en el tran­scur­so de los acon­tec­imien­tos; tam­poco se le plantean enig­mas intere­santes, ni dile­mas morales que no sean manidos o pro­saicos —de hecho, se han esfumado—.

      A pesar del poten­cial oscu­ran­tista que tienen las local­iza­ciones españo­las, las «per­se­cu­ciones» y en gen­er­al, la acción geográ­fi­ca, quedan como anéc­do­tas con­tex­tuales, más que como parte orgáni­ca y con­se­cuente con y para la his­to­ria. Emplaza­mien­tos suma­mente sus­tan­ciosos como la Sagra­da Famil­ia o el museo Guggen­heim pare­cen asig­na­dos a pos­te­ri­ori para cumplir con una ruta y así llenar pági­nas suficientes.

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Dan a veces es muy profundo

      En gen­er­al: una estruc­tura repeti­da, un esti­lo todavía más efec­tista, una his­to­ria espe­sa­da con ser­rín y unos per­son­ajes con la pro­fun­di­dad de un char­co con­sti­tuyen el mis­mo esque­ma de siem­pre, con enig­mas que sigo bus­can­do y un secre­to exis­ten­cial que no existe. O que por lo menos no era ningún secreto.

       Entonces, ¿tiene algo bueno la nov­ela? Depende. Depende de lo que le exi­jas a la lit­er­atu­ra, y depende de lo que val­ores tu tiem­po y tu dinero. Pero sí que es cier­to que tiene una especie de val­or aña­di­do. Sobre todo, si eres lec­tor español y más o menos cono­ce­dor de la his­to­ria del país. Ahí es posi­ble que su lec­tura sí merez­ca la pena; pero prepárate, porque puede que te encuen­tres con otro género que se encauza hacia la come­dia no intencional.

      Sobre la min­u­ciosi­dad de la doc­u­mentación, el bueno de Dan no es espe­cial­mente escrupu­loso. En muchas nov­e­las ha uti­liza­do la ambigüedad de obras de arte en ben­efi­cio pro­pio, o inclu­so ha alter­ado fechas históri­c­as y suce­sos recogi­dos de otra for­ma. Pero, al acon­te­cer en otros país­es, y si no te pica la curiosi­dad de inves­ti­gar la cul­tura e his­to­ria que sub­y­a­cen, es plau­si­ble que asumas esos datos con­cre­tos como inves­ti­ga­dos y verídi­cos. En esta ocasión, como res­i­dentes, se hace evi­dente el recur­so de Wikipedia. Es cier­to que retra­ta cier­tas for­mas de ser de una man­era bas­tante cer­cana, pero con la con­stante sen­sación de deberse al azar, más que a las pesquisas. Tan car­i­ca­turescas son sus analogías y transnom­i­na­ciones, que más de una vez resul­ta imposi­ble no reírse:

  • Fran­co y la Igle­sia Católi­ca se ase­me­jan a vil­lanos imag­i­na­dos por Ian Fleming.
  • A la famil­ia Real poco les fal­ta para unirse a Los Ven­gadores; casi parece que ellos mis­mos vayan a asaltar su pro­pio Pala­cio de Invierno.
  • Inclu­so en oca­siones nos pre­sen­ta como un país may­ori­tari­a­mente cul­to y pro­gre­sista, que rec­haza de pleno los dog­mas y el estancamien­to intelectual.
  • Sin men­cionar el final direc­ta­mente saca­do de Ater­riza como puedas.

Fic­ción, oiga.
   
      En defin­i­ti­va, lo úni­co bueno que he saca­do de su lec­tura es que casi con­sigue hac­er que esté orgul­loso de mi país y sus gentes. Casi.

      Con­clusión, ¿merece la pena su lec­tura? Si gozas de la amis­tad de alguien al que no le importe pagar 22,50€, has devo­ra­do sus ante­ri­ores nov­e­las, eres cono­ce­dor de la cul­tura españo­la y tienes curiosi­dad por obser­var cómo nos car­i­ca­tur­iza un amer­i­cano… ade­lante. Si val­o­ras tu tiem­po, déja­lo pasar, que mal no te hará.

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Ori­gen­Dan Brown­Plan­e­ta, 2017640 pag.ISBN: 9788408177081 

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