Retrato del último vaso

vaso-whisly

A raíz del segun­dero impuesto, las holan­das pasadas por gar­gan­ta ya no que­man. La noche es alta, la sal­sa de carne espe­sa, el cal­do en la mano suave, y la mira­da antes baja, aho­ra per­manece enhi­es­ta.
      Tir­itó la segun­da copa; la jus­ti­cia de la vid bebi­da emb­o­ta las seis cuer­das, y los hom­bres que canta­ban, aho­ra vocif­er­an: «¡El tiem­po se acor­ta!», «¡Las botas yacen vacías!», «¡La lid lla­ma a la puer­ta!».
      La clar­i­dad despun­ta su últi­ma pena. Se huele el nervio, y lejos de casa las sil­las vue­lan. La gui­tar­ra huye; ya sólo ras­guea el miedo par­ti­turas de cristal y de madera.
      Les miro.
      Les com­pren­do.
      Obser­vo el vaso.
      Respiro.
      Estoy cal­ma­do, pero sigo sedi­en­to.
      Y antes de acep­tar que no habrá para ninguno vejez, Yo, sen­ta­do ante el ter­cero, brindo con la nada, y me alzo para dis­putar la últi­ma botel­la de brandy de Jerez.

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